Foto: Isabel Allende, emocionada en su discurso
La senadora Isabel Allende, hija del presidente Salvador Allende, entregó un emotivo relato del 11 de septiembre de 1973 en el acto de conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado.
“He tratado de hacer un relato, créanme, no ha sido fácil, más bien ha sido triste y doloroso. Me tocó ser la última persona del entorno de mi padre en el Palacio ese día, junto a otras personas. Teníamos un mandato que contar lo que pasó entonces, lo que significaba la Unidad Popular y también la barbarie que comenzaba a imponerse”, señaló la parlamentaria con evidente emoción.
La senadora recordó cómo, después del tanquetazo del 29 de junio de 1973, decidió que si ocurría otro golpe de Estado, estaría cerca de su padre en La Moneda. Por aquello, el martes 11 de septiembre, ante las noticias del alzamiento militar, enfrentó un amanecer “frío y gris” y, con dificultades, logró llegar a Morandé 80, la puerta que su padre solía usar.
“Mi marido se encargó de mis dos hijos para que yo pudiera llegar hasta acá, sorteando muchas dificultades. Eran cerca las 9 de la mañana cuando logré entrar a Morandé 80. Mi hermana Beatriz, ‘Tati’, trabajaba en la secretaría privada con mi padre. Y aunque tenía un embarazo de siete meses, nunca dudó de estar al lado de mi padre, en la resistencia y la defensa de la democracia”, señaló la hija del exmandatario.
“A pesar del fuerte ataque de blindado de infantería, sabiendo que venía un bombardeo aéreo, ninguna de las dos queríamos partir. Pero no estábamos solas, el presidente tampoco. Me tocó ver un extraordinario grupo humano que lo acompañaba más allá de sus responsabilidades y que tenía decidido quedarse hasta las últimas consecuencias. Esos más de 40 hombres y mujeres que estuvieron ese día en La Moneda y en los edificios de los alrededores, actuaron con lealtad, convicción y amor al proyecto colectivo construido”, rememoró la parlamentaria.
Tras el homenaje a los que resistieron el golpe junto a su padre, Isabel Allende continuó: “Antes de exigirnos, yo diría casi implorarnos, que saliéramos junto a mi hermana Beatriz, Frida Modak y Nancy Julien, caminamos aún incrédulas por el costado de esta plaza desierta, porque ya venía el vuelo de los aviones para destruir el Palacio de Gobierno y nos pidió que denunciáramos lo que estaba ocurriendo, que fuera una lección moral para los que atentaban contra la libertad, contra la democracia, contra la vida”.
“No olvido su último abrazo, su calidez, su amor infinito, su amor (…) Si bien ese negro 11 de septiembre es inseparable de su nombre, mi padre tuvo una larga trayectoria de un liderazgo muy especial. Forjó un camino pensando en las mayorías del país”, complementó la hija de Salvador Allende.