Oh I'm just counting

José “Pepe”, Mujica, el líder que le falta a la izquierda chilena. Por Ricardo Rincón González Abogado



La partida reciente de José Mujica no es solo la muerte de un expresidente. Es el adiós a una forma de hacer política que parecía ya en extinción: austera, ética, empática y profundamente humana.

Un líder de izquierda que jamás necesitó gritar para convencer, ni pontificar para liderar. Su legado no se mide en leyes,
sino en coherencia. En la fuerza de su ejemplo.

Mujica vivió como hablaba. Nunca buscó privilegios. No confundió nunca el poder con el ego, ni el Estado con una plataforma para imponer verdades morales. Fue un presidente que renunció a lujos, defendió principios sin caer
 en dogmatismos, y entendió que la justicia social no se construye con slogans, sino con convicción, diálogo y respeto a la diversidad.

Y por eso hoy, más que nunca, su figura desnuda las carencias de parte importante de la izquierda chilena actual, en especial del Frente Amplio.

Mientras Mujica predicaba la humildad, muchos aquí prefieren las redes sociales al trabajo en terreno. Mientras él hablaba con los adversarios para construir acuerdos, acá se cancela y se moraliza.

Mientras él vivía en el campo y llegaba en su modesto escarabajo, aquí abundan los sueldos altos, las explicaciones rebuscadas y el doble estándar.

Chile no necesita más discursos, necesita más Mujicas. Líderes que escuchen más que hablen. Que pongan el foco en la gente antes que en las banderas.

Que sean capaces de aprender de la derrota y no intoxicar la política con arrogancia disfrazada de juventud.

La izquierda chilena perdió el rumbo cuando dejó de caminar entre la gente y empezó a hablar solo entre sí. Y es ahí donde Mujica hace falta: no para volver al pasado, sino para recordarnos que la verdadera transformación empieza por
uno mismo. Que no hay coherencia política sin coherencia personal.

La semana recién pasada despedimos a un gigante sencillo. A un presidente que jamás necesitó adornos para ser grande. Ojalá su ejemplo sirva para que muchos, en Chile y en el mundo, dejen de predicar tanto, y empiecen, como él, a vivir lo que dicen creer.