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Ludovica Parodi y el desafío invisible de liderar la energía de Chile. Por Ricardo Rincón González, Abogado

Ludovica Parodi y el desafío invisible de liderar la energía de Chile.
Por Ricardo Rincón González
Abogado, exparlamentario
En un país que vive con creciente incertidumbre energética, donde el cambio climático, las tormentas eléctricas y la infraestructura envejecida ponen en jaque día a día a millones de usuarios, resulta desconcertante que una de las
empresas más estratégicas del país esté presidida por una figura prácticamente desconocida para su propia organización. Ludovica Parodi, abogada de nacionalidad italiana, hoy ocupa la presidencia de Enel Distribución —la ex-Chilectra— sin que trabajadores, directivos e incluso algunos actores del sector sepan quién es realmente, qué piensa, y cómo pretende conducir la compañía en tiempos de crisis.

No se trata de un problema de nacionalidad ni de género. Se trata de liderazgo, conocimiento del territorio y transparencia. Y cuando hablamos de una empresa que cubre buena parte del suministro eléctrico de la Región
Metropolitana —la más poblada y económicamente activa del país—, estos atributos no son un lujo, son una condición mínima de responsabilidad pública.

La gestión de Enel Distribución ha estado en el centro de la polémica desde los masivos cortes de luz de agosto de 2023, que afectaron a más de 600 mil usuarios, paralizaron sectores completos de Santiago y dejaron en evidencia
las deficiencias estructurales de respuesta y comunicación de la compañía.

Desde entonces, la amenaza de perder la concesión ha dejado de ser un fantasma lejano para convertirse en una posibilidad concreta. En ese contexto, lo lógico habría sido que su presidenta tomara un rol activo, visible, articulador.
Pero nada de eso ha ocurrido.

¿Quién es Ludovica Parodi? Más allá de su currículum como abogada, poco o nada se sabe. No hay entrevistas, no hay apariciones públicas relevantes, no hay una narrativa clara sobre sus prioridades ni su estrategia para enfrentar el
complejo momento que atraviesa la distribuidora. En rigor, no hay señales de liderazgo. Y en una empresa de esta envergadura, el silencio no es prudencia: es una omisión riesgosa.

Este vacío de conducción no solo afecta la moral interna de la empresa —donde trabajadores y directivos señalan que “no la conocen”—, sino que compromete la confianza de los reguladores, los clientes y la ciudadanía.

Porque si una presidenta no aparece cuando la empresa enfrenta su mayor crisis reputacional en décadas, ¿cuándo lo hará?
El problema de fondo no es individual, sino estructural. El caso de Parodi expone una profunda desconexión entre las casas matrices extranjeras y las realidades locales. Enel, grupo controlador de Enel Distribución, sigue
operando con una lógica centralizada y despersonalizada, donde las decisiones clave sobre infraestructura, inversiones y personal se toman en Roma, mientras en Santiago los usuarios sufren cortes reiterados, demoras en las reposiciones
y falta de canales efectivos de información.

Chile necesita que sus servicios estratégicos —y la electricidad lo es en cada rincón del país— estén en manos de empresas con conducción comprometida, técnica, visible y con arraigo territorial. Que comprendan no solo las planillas de
Excel, sino también la vida cotidiana de los chilenos que dependen de ese servicio para cocinar, trabajar, estudiar, respirar.

Ludovica Parodi tiene hoy una responsabilidad que va más allá del directorio de Enel: es responsable, aunque no lo haya asumido públicamente, de la continuidad, calidad y legitimidad de uno de los servicios básicos más importantes del país.

Su ausencia no es solo una anécdota, es una señal de alerta sobre cómo se están gobernando nuestras infraestructuras críticas.
Chile no necesita presidentes de empresas invisibles, sino liderazgos con rostro, voz y sentido de urgencia. Porque en el suministro eléctrico, como en la política, cuando el liderazgo se desconecta, la crisis se intensifica. Y las consecuencias las pagan los ciudadanos.