Las protestas que sacudieron Pekín y docenas de otras ciudades en la primavera y verano de 1989 fueron provocadas por un evento completamente ordinario: la muerte en abril de un líder marginado del Partido Comunista, Hu Yaobang, un defensor del liberalismo económico y político.
El duelo público liderado por estudiantes evolucionó rápidamente en manifestaciones callejeras a gran escala en las que se pedía que su reputación fuera restaurada y que se honrara su legado con reformas para la libertad de prensa, para la libertad de reunión y para acabar con la corrupción oficial.
En Pekín, hasta un millón de personas se congregaron en la plaza de Tiananmen, en el corazón político de la capital, con un carnaval de banderas, pancartas y carpas.
La noche del 3 de junio y en la mañana del día siguiente, se lanzó un asalto militar a gran escala en la plaza, con tanques y soldados avanzando hacia ella y disparando.
Algunos contraatacaron con sus propias manos, y varios manifestantes incendiaron vehículos blindados con cócteles Molotov.
Hoy en día, el continuo secretismo, la censura y la inexistencia de algún informe oficial hacen que sea imposible saber cuántos murieron esa noche.
Los diversos reportes de los periodistas extranjeros que estaban allí sugieren que hubo desde cientos de muertos hasta 2.000 a 3.000 muertos.
Al menos un cable diplomático, escrito al calor del momento, da una cifra mucho más alta.
Fue un momento en que la fuerza de defensa nacional asumió el papel de un ejército invasor en su propia capital, y que fue un punto de inflexión que continúa, de manera tácita, definiendo a China hoy.
El "hombre del tanque"
Quizás nada ilustre la efectividad de 30 años de censura china más que el "hombre del tanque".
El 5 de junio, un día después de los ataques, se vio una columna de tanques que salía de la Plaza de Tiananmen.
Imágenes de video muestran a un manifestante solitario colocándose frente al tanque delantero y moviéndose hacia los lados cada vez que el vehículo intenta pasarlo.
En un momento, el hombre, vestido con una camisa blanca y pantalón negro y sosteniendo dos bolsas de compras, se sube al tanque e intenta protestar contra la tripulación.
Para el mundo exterior, esta imagen icónica, yuxtaponiendo la represión autoritaria con el insaciable espíritu de desafío, define lo que sucedió en la Plaza de Tiananmen.
También se le atribuye cierta moderación al comandante del tanque, que no podía saber que los medios internacionales grababan el enfrentamiento.
El "hombre del tanque" no recibió disparos ni fue atropellado, sino que fue arrastrado a un destino aún desconocido hasta hoy.
En China, sin embargo, la imagen ha sido borrada de la conciencia pública.
Hoy en día, la plaza de Tiananmen luce prácticamente igual a las imágenes de video de 1989.