Así lo cree el periodista Víctor Herrero, autor de la biografía de la folclorista que ha recibido numerosos homenajes con motivo del centenario de su nacimiento. Por Francisco Castillo
Violeta Parra: “Su popularidad universal es superior a la de Pablo Neruda”
Sobre-demandado por los medios ha andado estos días el periodista PUC Víctor Herrero (46), magíster de la Universidad de Columbia, profesor en la Universidad de Chile, tras la oportuna publicación de “Después de vivir un siglo”, la biografía independiente de la folclorista Violeta Parra de la que es autor.
Ha debido conceder múltiples entrevistas –entre ellas ésta a Cambio21- debido al valioso aporte cultural de su obra, “escrita desde la independencia de los ‘cariños buenos y los cariños malos’“, dice a nuestro medio.
Herrero es autor también de "Agustín Edwards Eastman: Una Biografía Desclasificada del Dueño de El Mercurio", publicada en 2014 sin la anuencia de la familia Edwards.
-En una charla universitaria, usted dijo que la figura de Agustín Edwards le daba pena, porque fue un hombre que nada hizo. Fue solo un administrador de las herencias familiares. ¿Qué impresión le dejó, en cambio, Violeta Parra?
-Es difícil responder. Como periodista, no la puedes juzgar ni en blanco ni en negro. Ni santo ni diablo, Pero sí creo que es la figura más universal entre los artistas chilenos. Más universal, incluso, que Pablo Neruda, a quien no le quiero quitar nada. Pero la universalidad de Violeta se expresa en que la puedes escuchar en Finlandia, en Japón, en París, tal como se escucha a los Beatles. Ella es una artista altamente popular. Eso la hace única en nuestra historia.
Llama la atención que Herrero haya escrito en forma consecutiva las biografías de Edwards y Violeta, dos personajes tan disímiles: un oligarca y una folclorista.
-En realidad- dice el escritor –fue una propuesta de la editorial, que en principio me sorprendió. “Después de Edwards, ¿te animas con Violeta Parra?”, me dijeron, y dudé porque yo era más bien especialista en temas de economía y política, más que nada interesado en escudriñar el poder que allí se origina. De Violeta Parra sabía lo que todos los chilenos saben de ella: de sus canciones, de sus arpilleras, de su vida fuera de lo común, nada más.
“Pero de pronto caí en cuenta que, si aceptaba, podría recontar la historia de Chile, no esta vez desde el punto de vista del interés oligárquico de un propietario de medios de comunicación, sino de una migrante de la provincia a la ciudad, de una persona con ideas de izquierda que busca empoderarse. Es la historia vista desde otro ángulo, el opuesto.
“Eso es lo que conecta a Agustín con Violeta: dos personajes con un interesante entorno familiar, que nos permiten redescubrir nuestra propia historia. Especulando un poco, hasta se podría pensar en una trilogía, escribiendo la biografía de un personaje de la clase media chilena para completar el círculo”.
-¿Y quién sería ese personaje?
-(Risas)… No. No lo he pensado… estoy especulando.
-Ese interés por lo chileno, ¿cómo se explica en este mundo hoy tan globalizado?
-En efecto, pienso que la globalización ha ido desdibujando todo, y eso ha impulsado la búsqueda de la identidad extraviada. No solo aquí, en muchas partes. Ahí tienes, por desgracia, en el plano político, lo que está ocurriendo en Alemania con el resurgimiento de la extrema derecha. Por otro lado, en las expresiones costumbristas, también vemos en ese país la revitalización de la Fiesta de la Cerveza (OktoberfFest), en la que participa la juventud germana vistiendo trajes típicos. Chile forma parte de esa tendencia: hoy ves a los cabros bailando cueca, cosa que no ocurría en los años 90.
“Hay otro factor que ha despertado un nuevo interés por la Historia. Después de 17 años de dictadura y de 25 de sociedad de mercado, se ha instalado en la sociedad chilena la desconfianza en sus instituciones, en las autoridades, en la iglesia, en los militares. Y se cae en cuenta que, como la historia la han escrito los vencedores, a lo mejor lo que nos contaron en no corresponde a lo que de veras sucedió. Tal vez a ello se deba el éxito de escritores como Jorge Baradit y Carlos Tromben, que nos han entregado otra versión de la historia chilena”.
-Hablemos algo de la biografía de Violeta, ¿cuánto tiempo necesitó para reunir el material y escribirla?
- Dos años y 8 meses. La empecé en diciembre 2014. El aporte de datos que nos hizo Ángel Parra, hijo de Violeta, fue crucial. Lo visité en París y en seis intensos días me llevó al Barrio Latino, a muchos lugares, cafés, plazas, me contó anécdotas de la vida parisina de su madre. Esta es una biografía muy dialogada, podría decirse. Después seguí conversando con Ángel en Santiago, y por teléfono. Antes de publicar el libro, quise mostrarle el manuscrito, pero Ángel falleció. Lo revisó su viuda, (la ítalo alemana Ruth Valentini, 40 años casada con él), y lo avaló totalmente.
-¿Hubo algún comentario del resto de la familia?
-No. La editorial les envió ejemplares de cortesía y no han emitido ni una observación. Debo precisar que esta no es una biografía oficial. Ángel sabía y aceptó que esta sería una obra independiente, basada en hechos obtenidos de primera mano, no a partir de cariños buenos o cariños malos.
-¿A cuántas personas más entrevistó?
-A unas cincuenta. Algunas muy valiosas, como el arquitecto Miguel Lawner, que proporcionó datos del viaje de Violeta en 1955 a Polonia. En ese viaje llegaron en barco desde Buenos Aires a Italia, y fue una travesía con problemas derivados de la difícil personalidad de la artista. Otro testimonio importante es de Osvaldo Alveal, folclorista de la primera peña que hubo en Chillán en años 60; también aportaron los vecinos de los Parra en Chillán, que los conocieron desde que eran todos cabros chicos. En Argentina, Cristián Blaya, hijo del diputado frondizista Joaquín Blaya, quien acogió a Violeta en su hogar cuando Cristián era un niño de 8 años; me mostró fotos y cartas.
-También viajó a Ginebra. ¿Quién lo financió en esta producción literaria?
-Nadie. Todo es autofinanciamiento; acá no ocurre lo que en Europa o Estados Unidos, donde las casas editoriales pagan un monto fijo a los escritores para financiar sus obras. Como tuve la suerte de ganarme los premios Municipal y del Consejo del Libro por la biografía de Edwards, invertí parte de ese dinero en preparar la biografía de Violeta.
-Escribió casi 500 páginas, y si agregamos notas, bibliografías, fuentes e índices se llega las 552. ¿Hay un cálculo de cuánto ha leído, escrito después y finalmente editado?
-No hay cálculo posible. Puedo señalar que con la editorial acordamos producir finalmente un mínimo de 300 páginas, para que fuera una obra contundente. Resultaron ser más, porque hubo mucha información. Espero haber hecho la selección adecuada, que haga justicia a Violeta Parra. Eso lo juzgarán los lectores.
-Posiblemente se ha convertido en una de las personas que más sabe de Violeta Parra. ¿Qué fue lo más relevante de lo que descubrió en esta investigación?
-Nunca fui un experto en Violeta Parra, Me gustaba, punto. Tenía pre-imágenes que resultaron no tan ciertas, como las relativas a su pobreza y origen campesino. Podría decirse que perteneció a una familia típica de la pequeña burguesía de provincia, que sufrió un breve período de estrechez económica. Su madre era costurera y trabajaba en casa; tenía máquina de coser Singer, un lujo en la época; su padre era profesor; ambas familias tenían parientes dueños de pequeños viñedos, por parte de la madre, y de modestos predios urbanos, por parte del padre.
Ni incomprendida ni solitaria
“Tenía de ella la imagen del ‘outsider’, de una persona que supuestamente estaba al margen de los círculos de artistas e intelectuales", añade. "Sin embargo, la investigación reveló que Violeta en verdad está en el epicentro de la cultura chilena de fines de los 50 y comienzos 60. Es amiga de Pablo Neruda, de la Margot Loyola, de Nemesio Antúnez, de Gastón Soublette, de Víctor Jara. Tenía, claro, su especial forma de ser, en el vestir era extravagante, vivía en una carpa, pero formaba parte de la elite que se juntaba en las tertulias del Café Sao Paulo en calle Huérfanos. No era un genio incomprendido y solitario, nada que ver".
Marketera
“También tenía un agudo sentido del marketing. Y no es especulación; me baso en datos duros: solía mandar cartas a los diarios, radios y revistas informando de sus actividades, en Chile y en el extranjero. Fue muy inesperado encontrarme con ese material".
Fama tardía
“Otro dato sorprendente fue comprobar que recién al cumplir 35 años, al momento de iniciar sus actividades como investigadora de folclore, es cuando aparece su figura; antes era una cantante más. Es llamativo que empiece a hacerse conocida cuando estaba separada de su primer esposo y cargaba con tres hijos y marido nuevo. Ahí empieza a surgir el monstro que admiramos hoy. Por ello su biografía no es lineal, este genio se fue haciendo por ella misma”.
-De ser posible, ¿puede imaginar qué pensaría Violeta de tanto homenaje que ha recibido en estos días?
-Es difícil imaginarlo; porque sería pura ficción. Tal vez se hubiera sorprendido, pero no de manera positiva, con la institucionalización de su persona. Creo que ella terminó por ser una triunfadora en un sentido especial: siempre su anhelo fue traspasar su obra al pueblo chileno. Han pasado 50 años desde su muerte, y hoy la vemos presente en los colegios donde la tocan, le cantan; apreciamos los grafitis en sus murallas; Ana Tijoux interpreta sus canciones; igual que los mochileros en Chiloé. Su memoria está presente, viva, en el pueblo, independiente del gobierno de turno.