El malestar social se coló por toda la sociedad, especialmente porque han pasado más de 120 días y las desigualdades –como las miserables pensiones de las AFP’s-y los abusos siguen vigentes en la sociedad chilena.
No ha sido una molestia pasajera que pasaría en el verano, como querían los defensores del status quo.
Al contrario, incluso el Festival de Viña fue una tremenda plataforma para que diversos artistas nacionales y extranjeros apoyaran el movimiento social (“no se queden callados, exijan respeto a los DDHH, no hay paz sin justicia” fueron algunos de los mensajes de los artistas) y realizaron llamados a votar apruebo este 26 de abril.
Las alusiones al estallido social coparon el festival que tiene alto rating televisivo (más de 50 puntos en los peak de este verano y que revirtió la caída de sintonía de los últimos 9 años) visibilizando masivamente las demandas sociales, mostrando expresiones favorables al feminismo y anunciando que las movilizaciones no han decaído de cara al plebiscito constitucional. Como buen espejo social mostró un Chile distinto que quiere expresarse democráticamente.
La crisis social, sigue ahí pero lamentablemente en La Moneda siguen creyendo que pueden tener protagonismo político con un 83% de rechazo ciudadano, lo que genera escenas patéticas como la conmemoración del 27 de febrero -aislados de la ciudadanía, en un buque de la Armada-, presionando con “discusiones inmediatas” -siendo minoría en el Parlamento- para proyectos que requieren importantes cambios legislativos como ocurre con la insuficiente reforma a las pensiones y re-anunciando “agendas anti abusos” con sanciones más fuertes a la colusión y al uso de información privilegiada que aún no ingresan al Parlamento -después de tres meses de la cadena nacional en que se anunció- revelando que las respuestas del gobierno o son mentiras o son soluciones de parche.
Otros actores políticos intentan instalar que restablecer el orden público es la principal demanda de la sociedad –ninguneando a las reformas sociales y el apruebo, defendiendo el status quo, como lo hacen antiguos funcionarios de la ex Concertación- mostrando que subsiste en ellos el desacople con la ciudadanía actual, insistiendo en su realidad paralela que cree que lo que ellos piensan es lo que importa a este Chile actual.
La ciudadanía masivamente quiere cambios, quiere una mejor calidad de vida, tiene esperanzas de que ellos vendrán producto de la movilización y las reformas sociales y políticas, no quiere el vandalismo y la violencia política de la ultraizquierda y la ultra derecha; razón por lo cual irá a votar masivamente el 26 de abril en el plebiscito constitucional.
Esa esperanza futura de la ciudadanía se expresa en la pluralidad de actores políticos y sociales que optan por el Apruebo, que vencen el miedo que busca instalar la derecha dura y que apuestan que en la Convención Constituyente con representantes electos por la misma ciudadanía se construirán los acuerdos básicos para tener un Chile mejor al actual, más inclusivo, más justo y con un modelo de desarrollo más equitativo y más innovador.
Hay un anhelo de que Chile no puede seguir con esa desigualdad que tanto molesta, que las reformas sociales y la participación social pueden permitir construir un nuevo Chile donde la gente viva sin miedo a enfermarse o a pensionarse -como sigue ocurriendo actualmente-, que pueda acceder a servicios de calidad como la educación y tener una mejor vida cotidiana.
La derecha dura insistirá en su campaña del terror. Incluso opta por colocar de rostro a la ex Ministra de Educación que según la encuesta de La Moneda tiene en estos dos meses de 2020 un 78% de rechazo ciudadano a su gestión revelando que sólo buscarán atemorizar a la población –reeditando la campaña pinochetista del 88’-.
El camino de la ciudadanía es otro, es reconocerse como sujetos de derechos, buscar ser protagonistas, apoyar liderazgos empáticos que representen sus esperanzas en el espacio público, mantener la esperanza de que en el futuro hay una sociedad mejor, más equitativa, con oportunidades de progreso para todas y todos y, que eso parte el 26 de abril aprobando masivamente la opción de una Nueva Constitución y el mecanismo de la Convención Constitucional paritaria y se consolida el 25 de octubre con las elecciones regionales, municipales y de constituyentes.