Oh I'm just counting

Para el sociólogo Juan Claudio Reyes “la actual crisis es la gran crisis de la élite post dictadura"

Por Alfredo Peña R.
 
El sociólogo de la Universidad de Chile Juan Claudio Reyes y militante de la Democracia Cristiana está preocupado de lo que va a ocurrir en nuestro país en el mes de marzo de cara a las anunciadas movilizaciones que ocurrirán en ese crucial mes del año.

Algunos ya hablan que al presidente Piñera se le "aparecerá rápidamente  marzo" con el ingreso de los estudiantes secundarios y universitarios a sus clases, los pagos que se realizan en ese mes, el día de la Mujer del 8 de marzo y el debate político con el plebiscito a un mes y medio de su realización.

Y como analista de la realidad social plantea su tesis de lo que está ocurriendo y de lo que posiblemente ocurrirá.
 
¿Era posible prever lo que pasó el 18 de octubre?

Los sistemas sociales no son muy diferentes a otros sistemas. Es decir, resisten hasta una determinada presión y luego, igual que todos, explotan o se desintegran.

Por eso es que, a todos ellos, se les suele “hacer mantención” y, para ello están los especialistas. Nuestro problema es que los especialistas en la mantención del sistema social del país son, además, incumbentes en sus resultados y, desgraciadamente, la mayoría se acostumbró a administrar sus beneficios, ya no solo en términos políticos, sino que, en demasiados casos, desde el punto de vista de sus intereses económicos.

Entonces, no es tan cierto que “esto no se vio venir”; más bien, escuchando los aullidos del sistema, que generaba una situación de injusticia social abismante, prefirieron, como en el viejo cuento del avestruz, esconder la cabeza en la arena, para no mirar el desenlace, completamente previsible.

Esta es, por lo tanto, la gran crisis de la elite, no solo la económica, que nunca reacciona a tiempo. Aquí hubo una relación incestuosa, con la elite política, que actuaron con extrema irresponsabilidad.

Y, qué rol cumple el gobierno en esta crisis?

En principio, el gobierno es parte de la misma elite que desoyó los avisos provenientes de la realidad social.

Ahora, luego de eso, el gobierno ha sido absolutamente incapaz de generar las respuestas adecuadas a las necesidades legítimas planteadas por los movilizados y, en esa medida, es el principal responsable de lo que pueda ocurrir, a partir de marzo.

A esa fecha, el salario mínimo habrá tenido una muy modesta variación (de 240 mil pesos líquidos a 280 mil); la media de salarios (en 500 mil pesos) casi no habrá variado. Las pensiones de la inmensa mayoría permanecerán casi iguales, con anuncios para las próximas décadas (similar a lo que ofrecía José Piñera); las deudas del CAE permanecerán intocadas y, lo que es peor, el nivel de endeudamiento de las familias seguirá en niveles imposibles de pagar.

Como contrapartida de ello, no habrá reforma tributaria que haga que los más ricos paguen más; las utilidades de los Bancos seguirán creciendo; el negocio de las AFP no se habrá tocado y, como consecuencia del mal andar de la economía, anterior al 18 de octubre, más las consecuencias de las protestas, hará que aumenten los niveles de desempleo.

A nada de eso el gobierno está disponible para dar respuesta, ¿por qué? Simplemente porque tienen, por una parte, un compromiso ideológico con el modelo y, por la otra, la elite de derecha está demasiado ligada a los intereses de la burguesía económica, lo que le impide llegar a acuerdos que afecten los intereses que para ellos son más decisivos, los económicos.

Y la oposición?

Veremos cuestiones diversas. La actual dividida oposición verá muy afectada su apreciación social y electoral. Deberán asumir parte del castigo por “no ver lo que se venía”. Concursarán movimientos nuevos pero, se verá favorecida por la mayor conexión temática con el sentimiento popular, lo que, probablemente, se exprese en un amplio triunfo de la opción por el cambio de la Constitución, elaborada por una Convención plenamente elegida.

Otra cosa es como se organice para la próxima elección de octubre. Dado su historial, es esperable que no de el ancho y, enfrente ese proceso sin acuerdos globales, lo que le volverá a dar algún aire a la derecha. Y, luego, empezará el proceso para enfrentar la elección presidencial y parlamentaria del próximo año.

Si la oposición hace las cosas, mínimamente bien, puede recuperar el gobierno, pero eso pasa, inevitablemente, por la construcción de una plataforma unitaria, lo que está, desagraciadamente, lejos de ocurrir.

Y, qué pasa con la violencia?

Todas las sociedades, por muy ordenadas que sean, mantienen, de manera explícita, o en estado larvado, un cierto sustrato de violencia que, en determinadas condiciones, se expresa como hemos visto en estos meses.

No ha sido “puro lumpen”, ni menos “alienígenas organizados”, por más que el inexperto Ministro del Interior se haya comprado el famoso “informe big data”, que a todos les quema las manos y nadie lo asume.

Son fenómenos complejos. No es lo mismo el saqueo de bandas locales, con el ingreso a los supermercados de “delincuentes de ocasión”, que ven la posibilidad de un buen asado gratis o los pañales desechables para el mes, cuestiones que nunca han podido tener. Tampoco es lo mismo algunas expresiones, en la “primera línea”, de adolescentes, en número importante, ex Sename, que grupos con alto nivel de conciencia política, que se ubican en posiciones extra sistémicas o, incluso, de activos vinculados al narcotráfico, que prefiere a carabineros en Plaza de la Dignidad y no en las poblaciones que ellos controlan.

La carencia de inteligencia del estado no permite mirar estos elementos con seriedad y se asilan en una cierta “falta de condena” de algunos sectores, privilegiando solo los elementos de represión irracional de carabineros que no obedecen a ninguna autoridad civil, recreando los peores tiempos de la represión dictatorial, con efectos sobre las personas muy dramáticos, que ya convirtió al gobierno, en el más represivo y trasgresor de los Derechos Humanos, en períodos democráticos, en la historia del país.

Este es un tema muy delicado. Una policía militarizada y falta de control, unida a autoridades del gobierno interior, completamente faltos de personalidad y calificación, dirigidos por un Presidente ausente, es muy mal mix, para los dos años que quedan de administración.

Y la DC?

La historia moderna, de las transiciones, suele ser bastante cruel con los partidos que cumplen el rol de articulador del inicio de esos procesos. Chile no está siendo la excepción.

Adicionalmente, lo que se conoció como “centro político” desaparece en el mundo y, algunos dirigentes locales, que leen poco, creen que ahí se encuentra la fuente desde la cual beber, electoralmente, lo que es un error mayúsculo.

Las personas, especialmente los más jóvenes, se orientan más por temas que para las antiguas generaciones no eran prioritarios, como el medio ambiente, los estudios de pos grado o las libertades individuales, entendidas en su más amplia acepción.

A la DC, por su influencia católica y una cierta impronta conservadora, especialmente en su paso por los gobiernos pos dictadura, le ha costado mucho adaptarse y, probablemente no lo hará.

Pero eso no es un drama. Los partidos son esencialmente fungibles y, los que no saben interpretar los “signos de los tiempos”, tienden a desaparecer. Eso puede ocurrir en nuestra realidad, no solo con la Democracia Cristiana.

En este caso, ayuda una cierta degradación de su dirigencia, que ha abandonado los elementos de ideología que acompañaron a ese partido en su historia, introduciéndole una dosis de pragmatismo que, además equivocó los diagnósticos y apareció con compromisos con un gobierno que se desmoronaba, incluso antes del 18-O. Desgraciadamente, su institucionalidad superior porfía con seguir por el mismo caminos y, no hay masa crítica alternativa, como para forzar el cambio de rumbo.

Para lo que viene, pesimista u optimista?

Muy optimista. Me gustan los procesos cuando las sociedades se plantean revisar su historia reciente y, me alienta, que el grito más compartido sea en contra de la inequidad y el abuso.

Desgraciadamente aún no se expresan movimientos sociales y políticos capaces de llevar esa demanda al ámbito institucional. Si no lo hacen los actuales actores, vendrán otros, pero en el mediano plazo es esperable que los elementos que marquen la relación entre los chilenos sean de más cooperación que competencia; más inclusión que segregación y, como aspiración de un sociólogo viejo, más encaminado hacia un sistema de mayor Justicia Social, que a uno del liberalismo despiadado que nos tragamos por más de 30 años.