Hay errores que se corrigen con una planilla Excel. Y hay otros que, si no se enfrentan a tiempo, terminan alterando el costo de la vida de todo un país.
El “mal cálculo” en las cuentas de luz pertenece a esta segunda categoría. No es solo un problema tarifario. Es un problema macroeconómico, porque afecta el corazón del sistema de precios: la Unidad de Fomento (UF) y, con ella, el costo de vida en Chile.
El error que se volvió permanente
Las tarifas eléctricas forman parte del Índice de Precios al Consumidor (IPC). Cuando suben, arrastran hacia arriba la UF. Y cuando la UF sube, suben los arriendos, los créditos hipotecarios, las pensiones, los contratos de servicios, los planes de salud y buena parte de los pagos del Estado.
En consecuencia, un ajuste técnico en las cuentas de electricidad terminó convirtiéndose en un aumento estructural del costo de vida, sin que haya habido mayor producción, salarios más altos, mayor demanda o un crecimiento real que lo justifique.
El país entero paga, mes a mes, el precio de un error que nadie cometió conscientemente, pero que perpetúa un alza artificial y sin retorno. En términos simples: si no se corrige, el mal cálculo de hoy será una inflación para siempre y esta reflexión, y preocupación a la vez, no la he visto en lo profundo del análisis político e institucional del aparato público. Este se ha centrado en el monto y forma de la compensación básicamente.
Un impuesto inflacionario encubierto
El impacto del alza eléctrica no es un fenómeno pasajero, sino una transferencia injusta y regresiva: quienes menos tienen son quienes más sufren con una UF más cara.
El arriendo de un departamento, la cuota del crédito hipotecario o el plan de salud aumentan por una decisión que no depende de la persona ni del mercado, sino de un cálculo técnico mal hecho y trasladado al IPC.
Esa es la paradoja: el error técnico se transformó en un impuesto, y uno de los peores, porque nadie lo aprobó, nadie lo discutió y nadie puede dejar de pagarlo.
Lo que el país debería hacer
Chile necesita una corrección técnica y un acuerdo político de Estado.
Primero, desindexar temporalmente las tarifas eléctricas del IPC, para neutralizar el efecto sobre la UF durante un periodo acotado, el que hay que determinar con lupa microscópica, pues el país no merece más errores de tamañas consecuencias.
Segundo, crear una mesa técnica nacional —con economistas, exministros y representantes del Banco Central y el INE— que diseñe un mecanismo permanente para evitar que los precios regulados vuelvan a tener impactos inflacionarios permanentes.
Y tercero, impulsar una ley corta de corrección tarifaria, que reconozca el error como un reajuste extraordinario y autorice al Banco Central y al Ministerio de Hacienda a aplicar un índice compensatorio por 12 o 24 meses.
No se trata de alterar la autonomía del Banco Central ni de manipular la UF. Se trata de proteger su sentido original: reflejar la economía real, no los errores regulatorios, cuestión que supongo ningún economista serio discutirá.
Una oportunidad para el liderazgo
Este episodio ofrece a Chile una oportunidad única: revisar cómo el Estado calcula y transmite los precios regulados, y cómo estos pueden afectar la “estabilidad de la moneda”, cuestión esta última que constituye un mandato para el Central en conformidad a su ley orgánica constitucional.
Una propuesta así no divide; une. Puede convocar transversalmente a los mejores economistas del país, desde Alejandro Foxley hasta Andrés Velasco, porque la inflación no tiene ideología.
El país necesita certezas, no sorpresas. Y cuando un error técnico amenaza con encarecer la vida para siempre, lo responsable no es mirar al lado, sino corregir con decisión, transparencia y sentido de justicia.
Conclusión
Si Chile no reacciona, la “cuenta de la luz” se convertirá en un símbolo de algo peor: un Estado que, por omisión, encarece la vida de su gente.
Pero si el país logra convertir esta crisis en una propuesta seria, técnica y transversal, habremos hecho algo más que corregir un cálculo: habremos defendido el poder de compra de todos los chilenos y la estabilidad de nuestra moneda.
La estabilidad económica también es un acto de justicia. Y no hay justicia cuando la luz sube para siempre por un error que nadie quiso cometer, distorsionando al alza y permanentemente el costo de vida de todo un país.
