Una oleada de regímenes de derecha, fascistas, emerge en nuestro continente, alentando y reproduciendo ideologías que tanto daño le causaron no sólo a nuestro país, sino que, a todo el continente latinoamericano y antes a Europa. Cuyo surgimiento es provocado, tal cual ha sucedido históricamente, por el vacío político y la pérdida de credibilidad en las democracias.
Hoy, son los principios neoliberales los que han desatado y legitimado los ataques movilizadores del discurso neofascista, combinando una forma cruel de capitalismo contemporáneo. Con elementos de supremacía blanca, ultranacionalismo, xenofobia y políticas de eliminación, que hacen eco de los horrores del pasado.
El resurgimiento de estas ideologías de odio, de extrema derecha, no es casual, se fundamentan en el desencanto de un electorado que dejó de confiar en políticos que en el discurso, por más de tres décadas, dijeron representar los intereses de las mayorías, del pueblo. Pero que en la práctica, como es el caso de nuestro país, sirvieron de plataforma para garantizar la continuidad de antivalores, corrupción, modelos económicos y políticas nacidas en las dictaduras, enmascaradas en una seudo democracia o democracia tutelada.
Sólo los pactos que dieron lugar a la transición a la democracia explican las razones por las cuales después de casi treinta años de democracia post dictadura, ningún gobierno democrático diseñó ni menos implementó, políticas que permitieran terminar, en las Fuerzas Armadas, con las doctrinas que las transformaron en ejecutoras del terrorismo de estado, apelando a un falso nacionalismo y a la guerra en contra del comunismo.
Debido a esto, las Fuerzas Armadas chilenas no han dejado de ser un poder político, por el contrario, se han transformado en un reducto de criminales condenados por crímenes de lesa humanidad y admiradores de la dictadura cívico militar, desde donde realizan todo tipo de manifestaciones y declaraciones, aprovechando que ya no están sujetos al régimen castrense como militares activos, comprometiendo así a toda la institución castrense en sus objetivos.
Por eso hay desencanto, porque se ha tratado de construir una sociedad basada en la mentira y aunque suene duro, en la traición, estableciendo componendas políticas a espaldas del pueblo, esforzándose de manera fraudulenta, para crear historias y epopeyas heroicas inexistentes. Como acaba de ocurrir recientemente con la celebración de los 50 años del plebiscito, el que según estos cultores de la mentira, fue lo que derrocó a Pinochet, desconociendo el esfuerzo de millones de chilenos y chilenas, en una larga lucha anti dictatorial, que fue lo que realmente permitió desgastar a la dictadura y obligarle a que realizara el mentado plebiscito.
Los discursos de odio comunes hoy en Brasil, Argentina Chile, llevan aparejados el ataque y el rechazo a la justicia social y al bien común, junto con la oferta vacía de más seguridad, ofertando condiciones económicas que pisotean las necesidades humanas y producen desigualdad masiva en riqueza y poder. Que menosprecian o ignoran el deterioro del medioambiente, configurándose así, un espacio político que alimenta las añoranzas dictatoriales, que son la expresión máxima de la crueldad y el desprecio por los derechos humanos la libertad y la democracia.
En medio de este abrumador contexto político, pareciera que la trayectoria y la historia de la izquierda se hubiera esfumado ante tanta componenda, hoy es un fantasma del pasado, que camina por el mundo político sin rumbo ni proyecto político propio. Afirmándose entre otros, en la defensa sin autocritica, de revoluciones que de ello solo les queda el nombre, alimentando a personajes corruptos, que la hunden entre el abuso de poder y las mentiras convenientes, olvidándose que el principal sustento de una política de izquierda honesta y con futuro, está en la cercanía honesta con el pueblo y de sus intereses.
Pero la izquierda tiene historia, tiene organizaciones y partidos con sus héroes y heroínas, los que emergen con fuerza y que se niegan a quedar atrapados entre el olvido y el oportunismo. Ellos son nuestros referentes para construir una fuerza y un proyecto político para esta época, que encaje con las nuevas realidades y desafíos, que cumpla con su papel alternativo y opuesto a la adoración maniquea al neoliberalismo destructor.
A finales de este mes de octubre se cumplen 30 años del asesinato del jefe del FPMR, brutalmente torturado y como fue la costumbre de los agentes del terrorismo de estado, imperante en esos años, después de terminar con su vida lo lanzaron al rio Tinguiririca para simular un supuesto ahogamiento. Un hecho tremendamente trágico y decisivo para el futuro de la organización político militar que el organizó y dirigió, que desgraciadamente terminó con su vida.
Pero es su ejemplo lo que no olvidamos y no dejaremos de recordar, para traer a la actualidad a un héroe del pueblo, de esos que pasan por la vida dejando huellas imperceptibles, silenciosos y que sin pedir nada, actúan por un sentido del deber, hoy tan escaso. Bajo la dirección de Raúl Pellegrin el FPMR se determinó a transformarse en una respuesta al terrorismo de estado, comprometiéndose a ser un aporte para derrotar a la dictadura, asumiendo responsablemente y en ese contexto, la organización política y militar del pueblo.
Esto significó organizar aún con resistencias en la propia izquierda, una respuesta a la violencia del Estado dictatorial, particularmente en los lugares y poblaciones mas afectadas por la brutalidad del terrorismo de estado. Así quedó establecido, que el FPMR no luchó en contra de un Estado democrático, lo hizo en contra de un dictador y una dictadura terrorista.
Hoy de manera conveniente, este tremendo esfuerzo se trata de desvirtuar, reduciéndolo al discurso de rechazar la “violencia venga de donde venga”, como si los años de dictadura hubieran sido de democracia. Pretendiendo que la guerra que Pinochet, Leigh y Merino le declararon al pueblo de Chile, persiguiendo encarcelando, torturando y asesinando a los opositores de su régimen terrorista, existió solo para justificar los crímenes de lesa humanidad que cometieron.
Será necesario repetir una y otra vez, que el FPMR lo que hizo fue hacer valer el derecho de rebelión en contra una tiranía, organizándose y creciendo junto a los perseguidos y oprimidos, en los años en que solo la consecuencia y la lealtad con el compromiso adquirido, permitieron construir, en nuestro caso, una organización que de buena manera aportó a la liberación de Chile.
En este contexto Raúl Pellegrin el jefe histórico del FPMR, asesinado el 30 de octubre de 1988 junto a Cecilia Magni, perpetuó su ejemplo de consecuencia y de perseverancia, en el cumplimiento de una tarea que finalmente le costó la vida. Con su ejemplo, intentó señalar que en Chile había otras opciones, aparte de las negociaciones espurias que ya se venían dando a espaldas del pueblo.
Esa fue la motivación de las acciones enmarcadas y realizadas bajo el concepto de guerra patriótica nacional, en octubre de 1988. José Miguel (Raúl Pellegrin) decidió ponerse al frente de su organización y de nuestra decisión política, actuando con el ejemplo, como lo aprendió durante su formación como militar revolucionario en Cuba y Nicaragua.
Hoy se podrá analizar lo realizado con una óptica distinta pero en ese momento, el convencimiento de José Miguel, fue el mismo que motivó toda la historia y la del FPMR, de no arriar nunca las banderas de la reserva moral de la cual fuimos parte, de no pactar, con la facilidad que hoy se hace, con los enemigos de la democracia, de no claudicar con los causantes de tanto dolor y muerte para los chilenos y chilenas, ni con los sectores políticos que hoy les representan y que se transformaron en los dueños de nuestros recursos básicos y nuestra soberanía.
Por eso es que recordar a Raúl y a todos nuestros héroes y heroínas es un deber, con sus errores y virtudes, porque él, como otros y otras, con su actitud, sumaron un eslabón más a la herencia moral y combativa de nuestra izquierda. Principios y ejemplos revolucionarios, que permiten seguir soñando para “tomar el cielo por asalto”, para defender los sueños y aspiraciones de las masas trabajadoras y explotadas, con la imaginación y el espíritu solidario y asociativo que potencialmente vive en la conciencia humana y que hoy se opaca con el individualismo neoliberal.
Pero nada se obtiene con sólo recordar al jefe del FPMR, se trata de evocar su ejemplo con la decisión de aprender de su ejemplo y de los errores cometidos, con altura de miras y con objetividad. El descrédito de la izquierda ante su pueblo es responsabilidad de todos, de los actores directos de la política en estos años y de quienes pretenden construir organización sin autocritica, esquivando la historia y sus propios errores.
El camino futuro exige construir una alternativa de izquierda para Chile y el FPMR no debe estar ausente en este esfuerzo, porque tiene el derecho a reconstruir su organización y ser protagonista de la política actual, con su sello y con su historia porque, quiérase o no, está en el corazón de los chilenos y chilenas. Una tarea que requiere, como para toda la izquierda chilena, hacerse cargo de hechos dolorosos, en rigor, que el asesinato cobarde de Raúl Pellegrin fue el producto de una alevosa traición, llevada a cabo por uno de los hombres de su confianza, hecho que marca un declive significativo y el inicio de un proceso de autodestrucción que no se puede obviar.
El no reconocimiento de ese hecho brutal permitió prácticas y acciones desviadas, que intentaron validarse con una falsa etiqueta de revolucionarias, cuando en realidad no eran más que expresiones de diversas formas de oportunismo. Esas actitudes generaron las condiciones para el asesinato y la persecución de dirigentes del propio FPMR, a manos de sus propios compañeros, como es el caso de Iván Figueroa, comandante Gregorio, un hecho incomprensiblemente silenciado por el temor a reconocer al punto que la deformación ideológica llevo a la organización en su momento.
El reconocimiento de lo que la izquierda hizo durante los años de dictadura, uniendo al pueblo para luchar por su liberación es de una riqueza que no puede quedar en el olvido. La experiencia lograda con el despliegue, aun en dictadura, en distintos ámbitos de nuestra sociedad esta vigente. El desarrollo del Rodriguismo fue importante en el arte militar, como lo fue también en la cultura, en los sindicatos, en las poblaciones, con los estudiantes y los trabajadores, en el trabajo internacional, que construyó representaciones en más de treinta países en todo el mundo.
Esta construcción significativa que hizo Raúl Pellegrin es lo que valida su ejemplo y es su obra, que se opone largamente a la tergiversación que se intenta hacer de su figura y del FPMR.
En la memoria de José Miguel, recordamos el ejemplo de Salvador Allende, de Miguel Enríquez, de Bautista van Schouwen, de Waldemar Araya, de Ignacio Valenzuela, de José Valenzuela Levi, de Mauricio Arenas, de Cecilia Magni, de Patricio Acosta, Julio Guerra, Esther Cabrera, Elizabeth Escobar, Patricia Quiroz, Manuel Valencia, Ricardo Silva, Ricardo Rivera, son entre miles de chilenos y chilenas, héroes y heroínas que con su ejemplo, señalaron que el pensamiento político abstracto sin vocación de poder, no tiene valor, porque se transforma en un discurso carente de veracidad sin un vínculo con la práctica social.
Para ellos la gloria eterna, por su entrega sin límites, si hay una eternidad con seguridad que una nutrida guardia recibió a Raúl, para decirle lo que en vida no alcanzamos a expresarle. Simplemente gracias y para prenderle sobre su camisa verde olivo una condecoración que es nuestro agradecimiento, para un luchador que puso en marcha el sueño, de conseguir la libertad y la democracia para Chile.