Hace quince años que me acompaña el Parkinson rígido, y digo “me acompaña” porque siempre lo asumo como portar una enfermedad, pero no estar enfermo.
Mantener esa actitud, me permite seguir avanzando por la vida, tomándolo solo como una mochila a cargar por este peregrinar.
También estoy consciente de su avance inexorable y cada día debo ocupar más neuronas, en dar instrucciones básicas a mi cuerpo, que me permiten caminar, moverme o escribir estas líneas, acciones que valoramos solo cuando se pierden, como ponerse calcetines o disminuyen notablemente, como la motricidad fina.
Estar en esta condición permite tomar consciencia de lo maravillosa, armoniosa y automática, que es la naturaleza humana.
Este auto antiguo, con el motor de partida con falla eléctrica. con alto kilometraje recorrido, y varias abolladuras en la carrocería es lo disponible para transitar por los caminos de la vida, que ya son difíciles de andarlos, como dice la canción de Vicentico.
Hace unos días pude comprobar el avance del Parkinson, ya que se estropeó definitivamente, el cargador de la batería interior del DBS, mi estimulador profundo cerebral, quedando sin energía unos días, lo que me permitió verificar empíricamente, los efectos en mi cuerpo, por la falta de esta tecnología avanzada, que he tenido la fortuna de acceder.
Pero lo más significativo de esta experiencia fue ver como las redes de amistad y cariño funcionaron, ya que no contaba con los recursos económicos para poder comprar con premura y enfrentar el altísimo costo del equipo nuevo de recarga,
Pero bastó que algunas amigas organizaran el “Tam-Tam de la selva”, y en pocos días la manada rugió solidariamente.
Por eso Mr. Parkinson, avanzada la tarde, camino al crepúsculo, tu sombra es más larga, pero la enfrento recargado en el cariño fraterno de mis amigos de la vida, y el amor de mi pareja, hijas e hijos y familia, es el mejor regalo de cumpleaños.