Oh I'm just counting

Con Guillier se puede. Por Antonio Leal ex pdte. de la Cámara de Diputados, Acádemico de la Univ. Mayor



 

La derecha, ayudada por los grandes medios y las encuestas, ha logrado instalar casi como una posverdad, el que Piñera será ineluctablemente el próximo Presidente de Chile. Sin embargo nada está escrito hasta que se cuenten los votos. Ya en las elecciones presidenciales del 2009, Piñera consideraba seguro su triunfo sobre Frei y sin embargo en segunda vuelta la diferencia entre ambos fue de 2, puntos y Frei no vence porque MEO – sosteniéndose en la retrógrada teoría de que era bueno que ganara la derecha para agudizar las contracciones sociales - se niega a convocar a sus electores a favor de Frei y con ello contribuye al triunfo de Piñera.

El triunfalismo de la derecha puede derrumbarse si cambia apenas el número de personas que concurre a las urnas – lo que implica un mayor voto del mundo popular - y ello hace que el resultado de la elección sea aún impredecible.

Ciertamente las posibilidades de la derecha están configuradas en un escenario que le es favorable. Realizó una primaria que superó sus propias expectativas en la movilización de sus  electores, la derecha está hoy más unida en torno a Piñera que la vez anterior, todo el discurso, hasta ahora convincente de Piñera, está basado en el bajo nivel del crecimiento económico, en reemplazar a un gobierno que concita en la ciudadanía un apoyo menor y alto rechazo y en el hecho de que él representa el mayor crecimiento, la generación de empleos, lo cual encuentra eco en un país mayoritariamente de capas medias, al menos desde el punto de vista subjetivo, con mayor consumo y con alto endeudamiento. Como dice bien el Rector de la UDP Carlos Peña, son capas sociales aspiracionales que esperan beneficiarse de un mayor desarrollo del modelo capitalista en una versión liberal como la que representa Piñera.

De otra parte, la centroizquierda ha cometido todos los errores posibles, al punto de dispararse en ambos pies. Renunció a las primarias, perdiendo meses de campaña, debates y franjas televisivas, y como consecuencia de ello enfrenta dividida la elección presidencial y las parlamentarias. Hay una dispersión en varios candidatos del voto progresista que va más allá de la Nueva Mayoría y tiene enormes dificultades para reconfigurarlo en clave unitaria en la segunda vuelta. Su gobierno está debilitado y tiene baja adhesión ciudadana, el liderazgo de Guillier se ha afirmado con cierta identidad en la ciudadanía solo en las últimas semanas después de varios desencuentros que por momentos generó incluso incertidumbre respecto de la propia candidatura y , lo más importante, desde el punto de vista programático no ha logrado instalar un relato coherente y un mensaje claro y perentorio de que el progresismo asegura el crecimiento económico, tiene capacidad y plan concreto para generar empleos y , a la vez, es capaz de garantizar mayor igualdad social, mejor distribución de la riqueza y una política de sustentabilidad ambiental.

Ello, en la multitud de propuestas que la candidatura de Guillier ha buscado instalar ante la opinión pública aún no aparece con nitidez y es justamente en los sectores medios que esperan respuestas efectivas en este plano donde la candidatura tiene mayores dificultades  de concitar apoyos. A ello se suma el que objetivamente la mayor abstención prevista se produce en los jóvenes y en los sectores de más bajos ingresos, es decir en grupos etarios y sociales que debieran sostener el proyecto progresista dado que el propio gobierno de la Presidenta Bachelet, con sus reformas estructurales, ha apuntado justamente a favorecerlos.

Hay quienes han pensado que el antipiñerísmo, generado por temas éticos e innumerables dudas sobre la legalidad y legitimidad del manejo de su enorme fortuna, de sus negocios y en vínculo insano con la cosa pública, que afectan al candidato de la derecha y el hecho de que finalmente Piñera es siempre el candidato de las fuerzas que apoyaron la dictadura, podría generar un cuadro a la francesa y Guillier convertirse en el Macron chileno. Sin embargo, a esta altura de la contienda, los temores se han diluido en todos los sentidos, ni Piñera es Le Pen, ni Guillier representa el estatismo marxista. Lo que hay y habrá, sobre todo en segunda vuelta, es el enfrentamiento de dos modelos de desarrollo del país distintos, dos concepciones sobre la libertad y la igualdad que no convergen, dos puntos de partida que se dividen en el valor de la utilidad para Piñera y en el de las equidad y la dignidad de las personas que propone Guillier. Dos capacidades distintas, además, de dar gobernabilidad al país aspecto en el cual Guillier reúne mejores números ya que el gobierno de la Presidenta Bachelet, más allá de cualquier crítica, es el que más estabilidad ha entregado medida sobre todo en la baja y casi inexistente conflictualidad social de estos cuatro años de mandato.

Es decir, las viejas campañas del terror, los cuajarones de sangre, los niños raptados y llevados por los comunistas subrepticiamente a Moscú, también el rostro cruel de la dictadura de Piñochet acechando a Piñera, el país en crisis y al punto del colapso económico y financiero que la derecha presenta, simplemente no existen y la campaña aterriza en temas que dicen relación con opciones muy diversas de lo que queremos el progresismo y la derecha para el Chile de hoy y del futuro y quien sea capaz de presentar, en segunda vuelta, que es otra elección, con mayor claridad y más conectado con los sentimientos de los chilenos reales, las visiones distintas seguramente ganará la elección.

Por cierto, Piñera representa lo conservador, frenará los cambios progresistas en materias éticas y de libertades civiles porque una parte de su conglomerado tiene en su ADN el escapulario del Opus Dei y de los Legionarios de Cristo, es decir la intolerancia ideológica y religiosa a todo lo diverso. Disminuiría el esfuerzo por colocar lo público en el centro de aquellos sectores que representan derechos más que mercado como son la educación y la salud y los empresarios sentirán que se libera la mano de la fiscalización del Estado y que se pueden hacer negocios que sobrepasen los resguardos medioambientales y los derechos laborales. Más de alguno creerá que hay mejores condiciones con Piñera para políticas agresivas de colusión y de abusos tratando de recuperar el tiempo perdido durante el gobierno de Bachelet. Sin embargo, no todo ello sería posible porque funcionarán los equilibrios políticos y las instituciones. Nadie en Chile está en condiciones de hacer lo que quiera también porque hay una ciudadanía que, más allá de expresarse o no en el voto, está atenta y vigilante.

Es en este contexto el que aún en un cuadro de extrema complejidad, la candidatura de Guillier puede reunir fuerzas  y vencer en segunda vuelta a Piñera. Hay un dato estructural de la sociedad chilena: el progresismo es mayoría y la derecha minoría. La duda está en si Guillier será capaz de encarnar ese liderazgo progresista, si la DC y la izquierda serán capaces de volver a reunirse no solo en un acuerdo de poder sino en un programa de largo alcance para continuar y mejorar los cambios producidos en este gobierno de Bachelet y en los anteriores de la Concertación por la Democracia y si habrá voluntad y generosidad de los líderes de los partidos y movimientos que forman parte de diversas vertientes de la izquierda de concretar un acuerdo en torno a la opción que los chilenos hagan pasar a segunda vuelta.

Guillier tiene de su parte un nuevo viento que ya vislumbra un cuadro internacional, particularmente ligado al mayor precio del cobre y de los productos de exportación, que favorece el crecimiento económico y el mayor ingreso de recursos a las arcas fiscales. Puede favorecerse de los logros del gobierno de Bachelet y de su despliegue y dinamismo para cumplir con su programa y que ya muestra un cambio de tendencia en el nivel de apoyo ciudadano que hasta ahora le ha sido tan esquivo.

Para todo esto es clave que Guillier comprenda con exactitud el escenario político que se configurará en segunda vuelta y que requiere - conjuntamente con su carácter de un independiente progresista que llama a la ciudadanía a congregarse en torno a su opción y a lograr que esta se plasme indiscutidamente en su liderazgo - un delicado manejo político para reunir diversas almas,  vertientes,  lenguajes, partidos, en torno a un objetivo común lo suficientemente coherente y avanzado que permita ofrecer una opción de cambio mayoritaria que asegure progreso y gobernabilidad. Aquí está el punto donde Guillier debe enclavar la rueda de la fortuna y del éxito electoral y político del progresismo chileno.