Oh I'm just counting

Fernando Ubiergo: "Con el tiempo en las bastillas... Breve reflexión a 40 años"

El músico Fernando Ubiergo celebrará los 40 años del triunfo de "El tiempo en las bastillas" en el Festival de Viña el próximo domingo 21 de enero en el Anfiteatro de la Quinta Vergara, acompañado del pianista Roberto Bravo.

Los próximos cuarenta años con la guitarra recorriendo escenarios y países no era un futuro que pudiera imaginar esa noche de febrero del 78 cuando la Quinta Vergara llenó mis ojos de antorchas y cambió mi vida para siempre. 
 
Aunque mi entusiasmo era grande  entonces tendía pensar que mis canciones serian anónimas y quedarían en las bastillas de ese tiempo o, en el mejor de los casos, murmuradas en algún encuentro familiar. 
 
En realidad este viaje se inició  mucho antes de ese verano, sin dudas impulsado por el asombro que la propia vida me provocaba. 
 
Cerca de los doce mi padre vino con una guitarra, sin saber que esa madera curva sería mi llave ... así, a poco andar, escribir canciones fue una reacción inevitable a los mundos que orbitaban mi corazón de chiquillo. 
 
Poco después, en la adolescencia temprana una parte de mi búsqueda colisionaba con ciertas convenciones que instintivamente y en silencio rechazaba, aun sin saber porque.  De algún modo, como tantos  jóvenes, no me sentía cómodo entre tantas verdades inmutables por lo que más de alguna vez tuve una sensación de vértigo frente a la existencia que apretaba mi pecho y el del yo que no pesa con preguntas y respuestas  que en las pizarras no estaban. 
 
Cerca de los 17 el asombro ya había hecho su trabajo en mi mollera, que seguía tan abierta como la de una guagua. Ese hormigueo o sensación de duda e incredulidad respecto de lo que debía aprender formalmente, coexistía con mi avatar que no era otro que mi propia intuición y, aunque no me lo propusiera, los pensamientos estructurados casi siempre terminaban decapitados por mis tormentas espirales. 
 
Aveces creía acercarme a respuestas, pero eso nunca funcionó como un estado permanente. Fue entonces, cuando el sol aún no me veía, que tuve mis primeros encuentros y duelos con la melancolía; mi propia batalla íntima entre "el todo" y la ausencia de certezas que poblaran ese espacio yo percibía como... no realidad.
 
Mi intuición mas lúcida que nunca funcionaba  como la pantalla de un caleidoscopio, por lo que a esas alturas ya había comprendido que debería transitar esta existencia con un chip de otra arquitectura y sin garantías de devolución por mal funcionamiento. De mi entornó había aprendido a fuego que esta condición mal llevada podría traer consecuencias devastadoras para mis deseos de ser feliz. 
 
Siempre amé profundamente la vida y de niño añoraba un grial para andarla y así salvarme de ser arrastrado como un rodamiento más del infinito engranaje. 
 
Quería libertad y soñaba mucho; también cuando dormía. Ya sabía que este plumaje me expondría y me haría más vulnerable; asumía entonces que no sería sencillo hacer la vida, pero la amaba tanto que fui aceptando era posible vivirla, aunque convencido esta no era lo que a la mayor parte de las personas parecía... pensaba en esos días. 
 
En aquel tiempo y, por algunos acontecimientos familiares,  la búsqueda de respuestas inclinó más mi balanza íntima al peso sutil de las penas; las mías y otras  que ya no podían con este maravilloso mundo terrible...
 
 
Así, cada día mi guitarra y yo nos fundíamos en un proceso íntimo en que la vida entera se derramaba por mis ojos y mis dedos; me aproximaba al acto creativo desde las sensaciones y mi único mérito era el vértigo; totalmente ajeno a la academia a métodos o escuelas. Como autodidacta, componer canciones fue expiar, sanar, adentrarme y buscar en un laberinto de espejos con intuición y asombro ... reflejos o canciones, con trazos de melancolía, alcanzar ese estado tan único, no explicable, en que la vida asombrosa, te observa y sonríe con su tristeza feliz..
 
Así, canción tras canción se hizo realidad mi intento de atrapar el tiempo y comprimir la vida, algo que de niño soñaba; una máquina del tiempo. Bueno, ahora después de tanto, sé que este ejercicio de escribir y componer canciones ha sido precisamente eso; como el de un caza fractales, un aprendiz, que desde el asombro descubrió en su oficio lo hermoso que puede ser envejecer tras de una guitarra 
 
Hacer canciones es igual a lo que  un niño hace cuando sopla al cielo una burbuja o esfera de jabón... reflejos, mundos efímeros, colores, sueños, vidas, amor, más amor .. 
 
Haciendo lo que hago y sintiendo lo que siento, aprendí que la vida va más allá de las fronteras que nos enseñaron, que no hay tantos Dioses como regiones del planeta, que no hay intermediarios entre la profunda Luz y la llama de nuestras conciencias. Aprendí amando, que el Amor que sentimos no cabe en un corazón ni en una vida... esa es mi Epifanía. 
 
Ahora, 40 años después, vuelvo a este lugar con mi guitarra, cuando la capacidad de asombro no se deslava del todo y el óxido aún no cubre la sinápsis . No obstante esto, igual percibo el inicio de este cambio y experimentarlo no me ha quitado el sueño; aunque ahora duerma menos y descubra como el camino se empina bajo mis pies. 
 
No podría expresar en palabras toda mi gratitud y sentir por esta mágica experiencia. La vida si es un lugar asombroso, desde lo mas bello a lo más terrible; cada uno de nosotros, sólo instantes; chispas de un sol que salen y regresan, creyéndonos uno cada vez; así las mil generaciones que nos precedieron, todos en esta partícula, al fondo estrellado de un átomo que llamamos universo ..
 
Fernando Ubiergo 
Cantautor