Escuchar a quienes han sido victimizados por los abusos de un agresor al interior de la propia familia, sea la víctima directa, el niño o niña, sea el otro cónyuge, abruma e impacta. Pero además conocer cómo tribunales y el sistema les cierran las puertas en las narices al ir con su denuncia, indigna. Que además con ello algunos se enriquezcan, es inaceptable.
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